El gran John Fogerty ha vuelto, y lo ha hecho con uno de los mejores álbumes de rock publicados en 2007, "Revival". Para muchos, considerar que un músico de 62 años pueda todavía crear canciones de una calidad muy superior a la del habitual grupo de imberbes que hoy día promocionan hasta la náusea las discográficas de turno, es anatema. Es bastante probable, sin embargo, que dentro de una veintena de años grupos como The Arctic Monkeys sean recordados de la misma manera en que hoy recordamos (o muchos ni siquiera eso) a los en su día omnipresentes Bay City Rollers. Cuando ese tiempo llegue, Fogerty seguirá firmemente instalado en el Olimpo del rock, y no sólo por su imponente legado junto a la Creedence Clearwater Revival, sino también por esfuerzos en solitario como éste. Hablando del legado de la Creedence, Fogerty renunció durante muchos años a incluir en sus conciertos las canciones que él mismo compuso para el grupo, debido a disputas legales con Saul Zaentz, el dueño de la discográfica que las publicó. Zaentz, que pasará a la Historia como uno de los tipos más mezquinos y despreciables de la industria discográfica, apabulló a Fogerty con sucesivas demandas, acusándolo de que incurría en "autoplagio" en algunas de las canciones que compuso para sus discos en solitario. A pesar de lo absurdo de todo el asunto, Fogerty se vio enredado en dichos pleitos durante casi 20 años. Finalmente, los jueces (incluyendo los del Tribunal Supremo) le dieron la razón en todos los casos, pero aún así un asqueado Fogerty llegó a plantearse abandonar el mundo de la música. Por fortuna, tras once años de exilio musical, reapareció en 1997 con "Blue Moon Swamp", uno de sus mejores discos en solitario junto con éste "Revival".
No sólo en el título del disco se aprecia que Fogerty recupera sin traumas la memoria y el legado de su etapa en la Creedence, sino también en un par de sus canciones. En "Creedence Song", el público de un bar sugiere al músico que está cantando en ese momento: "Hey, you can't go wrong if you play a little bit of that Creedence song!" Asimismo, en "I Can't Take It No More", Fogerty incluye la siguiente perla dedicada con todo su cariño a George W. Bush: "Your daddy wrote a check and there you are, another fortunate son". Y es que, 38 años después de grabar "Fortunate Son", un himno contra la guerra de Vietnam, Fogerty mantiene la lucidez y la rabia necesarias para componer otro tan explícito como el primero, esta vez contra la guerra de Irak.
Resulta impagable ver la última actuación de Fogerty en el Show de David Letterman, en el que tras interpretar "Long Dark Night", deja caer la armónica con la que interpreta el solo que cierra la canción, y acto seguido y sin previo aviso el grupo ataca los primeros acordes de "I Can´t Take It No More". Hilarante. David Letterman no sabe bien cómo reaccionar tras terminar la canción, claramente descolocado.
Bien hecho por Fogerty. Si en el plano ideológico es de celebrar que conserve su coherencia, en el estrictamente musical lo es que conserve esa imponente voz que desde hace 40 años ha hecho de él uno de los intérpretes más reconocibles del rock, a la altura del primer Rod Stewart o de John Lennon. En este disco nos ofrece algunas muestras de su enorme capacidad para interpretar "hollers" con la misma solvencia que años atrás mostró en maravillas como "Tombstone Shadow" o "Fortunate Son". En otras canciones se acerca más al territorio propio del country, "Don't You Wish It Was True" y "Broken Down Cowboy" en especial, y es entonces cuando su maestría vocal recuerda a iconos como Hank Williams.
Por último, un apartado especial para "Summer Of Love", quizá la mejor canción dentro de un álbum repleto de canciones excelentes. No sé si estoy siendo demasiado subjetivo aquí, pero es que no recuerdo ninguna otra canción en muchísimo tiempo que haya reproducido de una manera tan fidedigna el sonido de los años 60, sin sonar trillada. Escuchar esta maravilla trae a la memoria a Cream y a Hendrix, y demuestra cuán infravalorado está Fogerty en su faceta de guitarrista. Uno de los pocos guitarristas instantáneamente reconocibles, de quien sin embargo siempre se ha valorado por encima de todo su talento como compositor.
Es poco probable que en el próximo Europeo, o en el próximo Mundial, Holanda acabe ganando el campeonato. Es seguro que comenzarán entre los favoritos de todas las casas de apuestas, y que realizarán buenos partidos con jugadas y goles que probablemente acaben entre los mejores del torneo, de ésos que acaban siendo material de los típicos resúmenes decembrinos de lo mejor del año futbolístico y que servirán también de excusa para que multitud de periodistas deportivos con ínfulas literarias se explayen en sus columnas pontificando sobre la plasticidad de su fútbol. Es casi seguro también que acabarán cayendo ante el consabido equipo de previsibles triatletas alemanes, que correrán desde el inicio hasta el pitido final como si de conejitos Duracell se tratara; o ante la siempre consentida defensa italiana, liderada por el Tassotti o el Materazzi de turno; o quizá incluso ante un grupo de talento equiparable al suyo como pudo ser la Francia de Zidane o la Colombia de Valderrama, equipos de los cuales sólo surgen una vez en cada generación. Todo lo anterior dicho, es algo que podría ser aplicable casi con puntos y comas al caso de la siempre decepcionante selección española, a la que Holanda se parece si de crear falsas expectativas se trata.
"Esto es lo que creo que la CBS, los productores del Show de Letterman, las cadenas y los gobiernos temen más: que un hombre libre, expresando sus propios pensamientos y puntos de vista, pudiera de algún modo servir de inspiración a otros para que pensaran por sí mismos y escucharan esa voz interna de la razón, y quizá entonces, uno a uno despertaran de este sueño de mentiras y espejismos con el que el mundo, los gobiernos y su brazo propagandístico, los medios de masas, nos alimentan continuamente desde 52 canales, durante 24 horas al día".

